Un par de centímetros fueron más que suficientes para marcar un nuevo hito en la historia del atletismo criollo, y evitaron además que se repitiera el mismo orden del podio conseguido en los Juegos Olímpicos de Río 2016.
Ayer el nombre de Yulimar Rojas volvió a resonar más allá de las fronteras venezolanas, no solo porque se convirtió en la primera atleta coterránea en conquistar lo más alto del podio en unos Mundiales de la especialidad, sino que también acabó con el reinado de su archirrival, la colombiana Caterine Ibargüen, quien buscaba su tercer metal dorado consecutivo en este tipo de citas.
Con un soberbio 14.91 metros -seis centímetros menos que su mejor marca del año- la medallista de plata de Río 2016 se cubrió de gloria en su penúltimo intento, para vencer nuevamente a la neogranadina tal como lo hizo en la cita de la Liga Diamante efectuada en Roma en el mes de junio. Aun cuando Ibargüen logró su mejor registro de la temporada (14.89m), no pudo alcanzar a Rojas. El cuadro de honor lo completó la kazaja Olga Rypakova con 14.77m.
"Esta medalla es para Venezuela que siempre me ha apoyado", fueron algunas de las primeras palabras que ofreció a la prensa la nueva monarca del triple salto, tras recibir la ovación del Estadio Olímpico de Londres, el cual recorrió con euforia y portando el tricolor nacional sobre su espalda.
"Mi meta es sobrepasar a mi entrenador (Iván Pedroso), que tiene nueve campeonatos del mundo. Sé que lo puedo lograr y para eso voy a seguir trabajando", agregó.
Yulimar no solo se convirtió en el orgullo de toda Venezuela, sino también de su mamá Yuleixis Rodríguez, quien desde Puerto La Cruz ligó, sufrió, festejó y hasta lloró con la actuación de su hija en Londres.
"No tengo palabras para describir la emoción que tengo. Le dije que antes de la competencia se encomendará a Dios para que todo saliera bien y ya vi que me hizo caso", dijo poco antes de salir a celebrar con una caravana la hazaña de Rojas.
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